domingo, 15 de noviembre de 2009

DESOJANDO MARGARITAS


Llevaban más de 10 minutos sin dirigirse la palabra. Ese silencio compartido y cómplice que en el pasado habitaban tan cómodos parecía de nuevo una herida insoportable. La ruptura ya había sido consumada por él, como tantas veces y sin embargo permanecían allí presas de una fuerza, la costumbre tal vez, que les impedía volver a cruzar el umbral del desamor. Entonces él sonrió con dulzura, como siempre y ella lo vio transformarse en un niño, un perverso Niño-Hombre que durante años la destrozó con la misma inocente crueldad con que se desojan margaritas repitiendo rítmicamente: la quiero… Ya no la quiero… La quiero… Ya no la quiero…

2 comentarios: